Cómo vencer la inseguridad provocada por el pecado.
“Vuélveme el gozo de tu salvación, Y espíritu noble me sustente.” Sal. 51:12
En este capítulo de la escritura David eleva una oración de arrepentimiento ante el pecado, y quizá la mayoría conocemos el trasfondo de esto, David había cometido un terrible crimen delante de Dios y de Israel (2 Sam. 11-12), y uno de sus ruegos es tener de nuevo el gozo de la salvación.
Todos hemos pasado por momentos, quizá después de cometer un pecado, o estando en medio de una temporada de debilidad, en la cual llegamos al punto en el cual dudamos de si realmente somos cristianos genuinos, cuando quizá hemos cometido pecados que nunca pensamos que cometeríamos y nos hemos enfrentado a la vergüenza y la maldad de nuestro propio corazón y aunque una vida pecaminosa es un claro indicio de un no creyente (1 Juan 3:8), hay una importante marca que diferencia a un creyente de un no creyente y es como respondemos ante el pecado, ya que nunca la Biblia dice que el pecado estará ausente en la vida del creyente, sino que el creyente vivirá luchando contra su pecado (1 Juan 1:8-9).
Sin embargo, ¿Cómo enfrentar el dilema de la inseguridad que nos trae el pecado? ¿Cómo recuperar el gozo de nuestra salvación?
La respuesta a estos dilemas, se encuentran solamente en la persona de Cristo.
Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más. Isa. 45:22
El pecado nos hace apartar nuestra mirada de nuestro Salvador, y siempre que nos miremos a nosotros mismos, solo encontraremos corrupción y vergüenza, jamás encontraremos esperanza alguna, sin embargo, por eso, es que, en nuestro pecado es cuando más debemos ver a Cristo, ver la vida perfecta que vivió por nosotros (2 Cor. 5:21), y lo que hizo por nosotros en la cruz (Col. 2:13-14), porque todo fuera de Cristo es vano y absurdo, pero en Él está toda la riqueza, la gracia, la bondad, la belleza y el amor de Dios (Col. 1:15-17), por lo cual, solo viéndolo a Él en fe, encontraremos el gozo que hemos perdido, como lo expresó Martín Lutero: Me vi a mí, y vi imposible salvarme, vi a Cristo y vi imposible perderme. Nuestro pecado solo nos recuerda una cosa, y esta es, que no hay nada bueno en nosotros fuera de Cristo, y que no podemos ser justos por nosotros mismos, sino que toda nuestra salvación viene de la obra de Cristo y no de las nuestras, y el ver a la cruz nos recuerda que sin importar nuestra maldad, o el tamaño de nuestros pecados, Dios es capaz de redimirnos.
vayamos pues a Él en fe cuando nos encontremos en vergüenza y dolor por nuestro pecado, vayamos a la cruz, en donde Cristo pagó con su vida todos nuestros pecados, y recibiremos de Él la gracia que necesitamos, por cuanto el prometió: el que a mi viene, no le echo fuera (Juan 6:37).
Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro. Hebreos 4:15